Como muchas otras veces me acercaba al punto crucial, había que volver a topar, tal como había dicho la viejita mientras sonreía cínicamente detrás de sus espejuelos de gente decente. La palabra rebotó en mi cabeza sin saber a ciencia cierta lo que me quería decir, y no paso mucho antes de que se abriera cabal paso su significado. Entendí que tenía que ver con el pasado atorón y la necesidad de volver a enfrentar y superar de nueva cuenta mi miedo. Hacia tiempo que había dejado de creer en mi suerte, y ya ni tan siquiera creía aquella otra vieja frase de la hermandad “la suerte es de quien la trabaja”
Mi Explorer era una elegante flecha blanca que devoraba hambrienta y persistente el asfalto, sin vibraciones, con una hambre infinita, insaciable. Haciendo caso omiso del calor circundante, que asfixiaba los cactus en cien millas a la redonda, y obsesionada pretendía arribar antes de que el sol se ocultara. Mis deseos volaban con ella y me supongo que también el de la decena de gente apiñada en la parte posterior de mi corcel, que angustiados suplicaban acabar con la zozobra y el cansancio de los últimos días.
El aire acondicionado al máximo congelaba y endurecía mis dedos, rebotaba en mi chamarra plástica Nike, ocasionando en mi cuerpo una temperatura apenas por debajo de lo normal , como había dicho alguna vez inocentemente “la peca” a cero grados, ni frío ni calor. Para distraer la tensión me empeñaba en pensar en cosas agradables, mi flaca, el rancho, “los beneficios de trabajar en hermandad” con una participación proporcional de riesgos y beneficios. “Repartición equitativa de viajes y chickens” rezaba nuestro recién adoptado lema.
Una voz en la parte de atrás me retrajó de mis pensamientos.
- Señor coyote me regala un poco de agua- Tanta educación no pudo menos que arrancarme una sonrisa.
- Si, allí en la bolsa al fondo hay botellas de agua, pásenlas para todos y todas
(no podía olvidar fácilmente las lecciones de género de la fábrica procesadora de verduras).
– ¡Hey! Compa, pero no se olvide tampoco de mí y páseme una botella grande- le grite con familiaridad, para que se sintieran en confianza, entre amigos. Era parte del servicio de la compañía de “La viejita”, “que la gente viaje contenta, que sus buenos dólares pagan” –Me había dicho en alguna ocasión-
La viejita tenía razón, dos mil dólares era una pequeña fortuna, que si bien el ponerlos en el primer mundo los valía, también era cierto que le iban a sudar antes de volver a verlos juntos. Y recordé las jornadas de sol a sol y los 7.25 dólares canadienses, de mi anterior ocupación, como sanitario de Quality-Plus, una empresa verdulera desaparecida en el maremagnum de los referendos constitucionales quebecoais.
Finalmente me alcanzaron mi botella de agua, y me refresque los labios y la garganta con un primer sorbo, un par de horas más y estaría entregando mi cargamento humano, y si me sobraban los ánimos les estaría diciendo como en las películas de los hermanos Almada,
- Ahora si muchachos a ganar muchos dólares-
Me encantaba gritárselos a voz de cuello, de hacerlos sentir que todos sus esfuerzos habían valido la pena, y sobre todo de encontrar en sus ojos la alegría de saberse afortunados, de acceder al sueño americano y a sus propios sueños. Algunos de ellos se acercarían con una sonrisa franca y la mano abierta para agradecerme el servicio. La Luna y Gagostiano, mis cofrades pensaban que toda esta ceremonia era uno más de mis sarcasmos, pero nada más lejos de la verdad, era reconocer nuestras afinidades en un mundo perro y darles la bienvenida a este sitio que sería todo lo beneficioso que se quiera, pero no el mejor lugar par ser felices. Sin saberlo su felicidad quedaba para siempre atrás y se les abría el mundo del trabajo obsesivo y la posesión de objetos que haría muchas veces de su felicidad. Me miraba en cada uno de ellos cuando por primera vez atravesé la frontera con un caudal de sueños y miedos a cuestas y deseaba que para ellos jamás se terminará la fantasía.
El momento más difícil de mi misión estaba allí adelante a solo 15 millas, así que comencé a pensar en la parte más optimista de mi trabajo: La remuneración. Como todo buen empresario comencé a hacer las cuentas. Si todo sale bien -me dije- me voy a ganar otros 700 dólares, que sumados a los 3100, hacen casi 4000. No esta mal para dos meses de trabajo con todo y el atorón del otro día. Olvidemos los ratos amargos y pensemos tan solo que un mes más a este ritmo y me tomo unas merecidas vacaciones.
De nuevo estar con mi flaca, recibir sus besos, sus consejos, sus regaños y sus sonrisas. Todo esto vale la pena, sabiendo que ella estará allí cuando regrese y que seremos completamente felices, en tanto no tenga la necesidad de regresar. Pensaba que quizás en el futuro me iría mejor y podría olvidarme de todo esto. Quería creer que todo esto era pasajero, una fase más en mi vida que pronto concluiría, no me quería ver como todos esos otros traficantes y gandules que se perpetuan en las fronteras atrapados en la ilegalidad, por sus vicios y despilfarros, o por que simplemente no tienen ni deseos, ni otro lugar a donde ir. Me sentía aún limpio, capaz de reintegrarme al trabajo honrado, poco remunerativo pero al fin y al cabo decente. Soñaba en llegar a juntar un pequeño capital e iniciar un pequeño negocito, de lo que fuera, pero muy decente sin sobresaltos, y de compartir con mi flaca o con alguna otra los frutos de mi esfuerzo.
Sabía que estaba por encontrarme con la rápida que patrulla aquella parte de la carretera en el desierto de Arizona, la había encontrado ya muchas veces y casi adivinaba que en esta ocasión me encontraría con el oficial blanco y regordete, de bigote y sombrero vaquero de palma y su compañero de rasgos mexicanos, me había detenido a pensar si esos rancheros sabrían contar las x´s de sus texanas. Comencé a sentir un sudor frío apoderándose de todo mi cuerpo e irremediablemente recordé las palabras de la viejita – Hay que topar-
Mi último viaje no había sido el mejor ni el más afortunado en mi vida de pollero, me habían agarrado apenas subiendo a los pollos a un lado de la línea, me habían quitado el vehículo, me habían hecho las preguntas de rigor, y yo había contado la historia blanca del pollo que se convierte en conductor, afortunadamente me habían dejado ir en el mismo autobús que a los pollos que conducía , no sin antes pasarme a tocar piano bajo el nombre de Antonio Aguilar Infante . Ese día había vuelto a nacer y en Calexico habíamos celebrado en una cantinilla de mala muerte los tres cofrades: La Luna, Gagostiano y un servidor.
Solidarios miembros de la hermandad, unidos por la gloria de Dios y dedicados en cuerpo y alma al glorioso y patriótico trabajo de accesar mexicanos al American Way of Life. La Viejita, nuestra patrona y empresaria, hacía posible nuestro nobles y subsidiarios impulsos, proveyéndonos de los insumos básicos para nuestra labor humanitaria, camionetas y carros del año, rentados o comprados a crédito, y nos ayudaba humildemente, quedándose con la parte más substancial de los ingresos. Situación que nosotros le agradecíamos y aplaudíamos con veneración, porque nuestra hermandad nos aconsejaba no hacernos mala leche con envidias y corruptelas que solo conducen a la destrucción.
Por lo menos eso nos explicó Gagostiano quien por un tiempo había sido masón y era el líder natural del grupo y encargado de guiarnos espiritualmente en este mundo de zozobras y traiciones.
Estaba a la vista la rápida, era un bronco casi nuevo con los escudos de la Border Patrol muy relucientes, me fui acercando sin hacer ningún movimiento brusco, dejando que los dos migras encima de la patrulla me pudieran ver bien, que se percatarán de mi cabello rubio, los ojos de color y el aire desenfadado de cualquier chico sureño que recorre sin prisas el desierto. Nos cruzamos en la carretera y se me quedaron mirando de clavo, yo los seguía por el espejo retrovisor dando me cuenta que no despegaban los ojos de la Explorer, pensé para mis adentros -mal signo güerito.
100 metros más adelante se dieron la vuelta precipitadamente y encendieron la farola.
- ¡Esto ya valió madre, señores!- Les grite a los pollos – Recuerden que no me conocen y que yo no les vengo cobrando ni un centavo. Acuérdense que si alguien me pone dedo es el mismo que me va hacer compañía en el bote, hasta que todo este asunto se aclaré.
Miré por el retrovisor a mis pobres pollitos con la cara demudada y aire de total indefensión, me sentí como un padre que acaba de defraudar a sus hijos, pero de inmediato pensé en mi, - carajo, si el jodido aquí soy yo- a mi es al que van a entambar. Ni siquiera me cruzo por la cabeza huir. Baje la velocidad y me detuve a un lado del camino esperando que llegarán los oficiales.
El bronco se detuvo a unos pocos metros atrás de la Explorer, los dos oficiales se bajaron con desgano, a esa hora en que cae el sol a plomo, nadie quiere pasar ni un minuto bajo su feroz martirio. Se aproximaron uno de cada lado de mi vehículo, escudriñando a través de sus gafas oscuras y los vidrios polarizados de la Explorer, intentando descubrir algo sospechoso al interior del vehículo.
Ninguno de los dos oficiales, me era familiar, por lo menos eso me dio gusto de no encontrarme con el flaco y el gordito, quienes me reconocerían de inmediato y allí si ni Dios me salvaría. Los dos altos delgados, con la cara colorada y la finta irrefutable de texanos.
Los dos oficiales se aproximaron al mismo tiempo y el que venia por el lado del conductor, me indico con la mano que bajara el cristal.
Baje el cristal lentamente y los dos con ojos curiosos se asomaron al fondo del vehículo, sus ojos se abrieron y brillaron de satisfacción al identificar mi cargamento humano hacinado en la parte posterior del vehículo.
¡Bingo!, gritaron casi al unísono, los dos oficiales y casi se felicitaban el uno al otro con la mirada.
-What made you guess he was smuggling aliens? Le dijo uno al otro
(¿Cómo adivinaste que el llevaba ilegales?)
I had a suspicion when I saw him wearing a jacket, I thougth for myself isn´t it enough this damn heat, to be wearing extracloths. (Yo sospeche, cuando lo vi con la chamarra encima, pensé no es suficiente con este condenado calor para usar algo más encima)
El oficial que me pidió que bajara el vidrio se dirigió en tono neutral hacia mi en ingles:
-Please, get off, Sir.
Yo fingí que no entendía nada, y puse mi mejor cara de What?. Los dos oficiales se miraron desconcertados y después esbozaron una sonrisa. El mismo oficial se dirigió de nueva cuenta a mi, en ingles.
Do you speak English? Don´t you understand me fellow? Don´t make me laugh Sir, I can´t believe you don´t speak English.
Yo proseguí con mi cara de no entiendo nada, hasta que el otro oficial se aproximo y comenzó a hablarme en un español mocho.
¿Amigo, no hablas tu ingles? -No señor no hablo ingles -le conteste muy respetuosamente.
Se pararon los dos oficiales a un lado conferenciando respecto de mi, les parecía imposible que con mi aspecto agabachado no mascara yo la tatacha, casi abrían jurado que pretendía burlarme de ellos, que era ciudadano americano y que pretendía pasar por pollo. Pero el escucharme hablar el español perfectamente les desconcertó y prefirieron generar un consenso común.
Después de la conferencia, el que me hablo en español se acerco a mi y me dijo
-Espérame no te muevas de aquí- pensé yo para mis adentros , si ya parece que voy a correr, aquí en el desierto, no sobrevivo ni media hora.
El otro oficial se dirigió al bronco y desde allí comenzó a hablar por radio, en tanto que el oficial que hablaba español se dirigió a la gente y les comenzó a decir que eran la policía fronteriza, que no se desesperaran que en unos minutos vendrían otros oficiales a recogerlos, para llevarlos a migración.
Después se acerco a mi, y me comenzó a decir mis derechos mitad en ingles y mitad en español, acto seguido me hizo las preguntas de rigor, de donde venia, a donde iba, cuanto les iba cobrando, que si sabía que estaba cometiendo un delito y todo eso. Yo le conteste a todo con la historia del cándido pollito, que no tiene dinero que quiere pasar al otro lado y trabajar para juntar unos ahorritos. Que en la frontera me había encontrado un señor que me había dicho que el me podía ayudar a cruzar, que si sabía manejar, y que yo había aceptado, que me habían hecho caminar un tramo por el cerro junto con otra gente y que después me habían metido en una casa de donde me había traído por la mañana para manejar esta camioneta, que me había dado las instrucciones de viajar por esas carreteras, y que más adelante me estaban esperando para recoger la gente. Me preguntaron santo y seña de todo, y como en la canción de todo les di razón, procurando relacionarlo todo con detalles ciertos para después no equivocarme.
Cuando me preguntaron mi nombre, pensé en darles otro más, pero me detuve a tiempo, reflexionando que en el otro atorón me había sacado huellas al nombre de Antonio Aguilar Infante, y que si hoy me volvía a tocar la mala suerte, nomás me la iba a complicar como un amigo mío, que por ese detalle s paso unos meses de más en el frescobote. Así que les dije, Pedro Infante Aguilar con toda la seguridad y franqueza de que pude hacer gala.
Así que el oficial se fue a radiar mi nombre y a solicitar información sobre mi persona, en tanto que el que no hablaba ingles, se quedo cerca de mi, nomás mirándome desconfiado y con ganas de platicarme algo en ingles. Para ese entonces ya me había amarrado con el pedazo ese de plástico que le estrangula a uno las muñecas, y prefería no moverme mucho, para no lastimarme y nomás fingía demencia.
Afortunadamente no se les ocurrió interrogar mucho a la gente, y si lo hicieron no sacaron mucho provecho, por que la gente no contestaba, nomás se quedaban callados y con cara de asustados. Y pensaba yo para mi, eso esta muy bueno.
Después de un rato regreso el oficial que hablaba español, y se dirigió al otro en ingles.
We got him, he was caught last week in the border with nine aliens in the back of a blue Aerostar, I don´t believe his story, do you? ( Lo tenemos, el fue detenido la semana pasada con nueve ilegales en la frontera, Yo no creo su historia. ¿tu si?
Me neither, pal. Let´s go interrogate him about it. ( Yo tampoco vamos a interrogarlo)
Se acercaron los dos, y entonces si que comencé a sudar, ya sabían que me habían agarrado en la otra Explorer.
El que hablaba español, me dice: “ ¿Así pues, que vienes de Jalisco y quieres ir a California? Si señor- le conteste yo.
“Cuantas veces has intentado pasar junto con esta?” Dos señor, la primera me agarraron en la frontera en otra camioneta como esta y me echaron para fuera junto con la gente. Le contesté y el día de hoy.
El oficial que habla español le traduce al otro todo lo que hemos platicado, y después de platicar un rato, se acerca a mi el que no habla ingles y me dice:
“Hey amigoo, you are a lucky guy, you´ll be a free man again” y sin más se retira a su camioneta.
Poco después llegan mas oficiales, cargan con todos los pollitos y me suben junto con ellos en una perrera. Y de allí directo y sin escalas hasta la frontera de Mexicalí.
A media noche era yo un mexicano más en la frontera, había topado nuevamente y perdido, más valía no volver a tentar a la suerte, así que decidí contar mis perdidas y mis ganancias y regresarme por un rato a mi querido rancho.
A pesar de todo me sentía el hombre más feliz sobre la tierra, me sentía afortunado, al final de algo me habían servido tantos años de maldito ingles.
Mi Explorer era una elegante flecha blanca que devoraba hambrienta y persistente el asfalto, sin vibraciones, con una hambre infinita, insaciable. Haciendo caso omiso del calor circundante, que asfixiaba los cactus en cien millas a la redonda, y obsesionada pretendía arribar antes de que el sol se ocultara. Mis deseos volaban con ella y me supongo que también el de la decena de gente apiñada en la parte posterior de mi corcel, que angustiados suplicaban acabar con la zozobra y el cansancio de los últimos días.
El aire acondicionado al máximo congelaba y endurecía mis dedos, rebotaba en mi chamarra plástica Nike, ocasionando en mi cuerpo una temperatura apenas por debajo de lo normal , como había dicho alguna vez inocentemente “la peca” a cero grados, ni frío ni calor. Para distraer la tensión me empeñaba en pensar en cosas agradables, mi flaca, el rancho, “los beneficios de trabajar en hermandad” con una participación proporcional de riesgos y beneficios. “Repartición equitativa de viajes y chickens” rezaba nuestro recién adoptado lema.
Una voz en la parte de atrás me retrajó de mis pensamientos.
- Señor coyote me regala un poco de agua- Tanta educación no pudo menos que arrancarme una sonrisa.
- Si, allí en la bolsa al fondo hay botellas de agua, pásenlas para todos y todas
(no podía olvidar fácilmente las lecciones de género de la fábrica procesadora de verduras).
– ¡Hey! Compa, pero no se olvide tampoco de mí y páseme una botella grande- le grite con familiaridad, para que se sintieran en confianza, entre amigos. Era parte del servicio de la compañía de “La viejita”, “que la gente viaje contenta, que sus buenos dólares pagan” –Me había dicho en alguna ocasión-
La viejita tenía razón, dos mil dólares era una pequeña fortuna, que si bien el ponerlos en el primer mundo los valía, también era cierto que le iban a sudar antes de volver a verlos juntos. Y recordé las jornadas de sol a sol y los 7.25 dólares canadienses, de mi anterior ocupación, como sanitario de Quality-Plus, una empresa verdulera desaparecida en el maremagnum de los referendos constitucionales quebecoais.
Finalmente me alcanzaron mi botella de agua, y me refresque los labios y la garganta con un primer sorbo, un par de horas más y estaría entregando mi cargamento humano, y si me sobraban los ánimos les estaría diciendo como en las películas de los hermanos Almada,
- Ahora si muchachos a ganar muchos dólares-
Me encantaba gritárselos a voz de cuello, de hacerlos sentir que todos sus esfuerzos habían valido la pena, y sobre todo de encontrar en sus ojos la alegría de saberse afortunados, de acceder al sueño americano y a sus propios sueños. Algunos de ellos se acercarían con una sonrisa franca y la mano abierta para agradecerme el servicio. La Luna y Gagostiano, mis cofrades pensaban que toda esta ceremonia era uno más de mis sarcasmos, pero nada más lejos de la verdad, era reconocer nuestras afinidades en un mundo perro y darles la bienvenida a este sitio que sería todo lo beneficioso que se quiera, pero no el mejor lugar par ser felices. Sin saberlo su felicidad quedaba para siempre atrás y se les abría el mundo del trabajo obsesivo y la posesión de objetos que haría muchas veces de su felicidad. Me miraba en cada uno de ellos cuando por primera vez atravesé la frontera con un caudal de sueños y miedos a cuestas y deseaba que para ellos jamás se terminará la fantasía.
El momento más difícil de mi misión estaba allí adelante a solo 15 millas, así que comencé a pensar en la parte más optimista de mi trabajo: La remuneración. Como todo buen empresario comencé a hacer las cuentas. Si todo sale bien -me dije- me voy a ganar otros 700 dólares, que sumados a los 3100, hacen casi 4000. No esta mal para dos meses de trabajo con todo y el atorón del otro día. Olvidemos los ratos amargos y pensemos tan solo que un mes más a este ritmo y me tomo unas merecidas vacaciones.
De nuevo estar con mi flaca, recibir sus besos, sus consejos, sus regaños y sus sonrisas. Todo esto vale la pena, sabiendo que ella estará allí cuando regrese y que seremos completamente felices, en tanto no tenga la necesidad de regresar. Pensaba que quizás en el futuro me iría mejor y podría olvidarme de todo esto. Quería creer que todo esto era pasajero, una fase más en mi vida que pronto concluiría, no me quería ver como todos esos otros traficantes y gandules que se perpetuan en las fronteras atrapados en la ilegalidad, por sus vicios y despilfarros, o por que simplemente no tienen ni deseos, ni otro lugar a donde ir. Me sentía aún limpio, capaz de reintegrarme al trabajo honrado, poco remunerativo pero al fin y al cabo decente. Soñaba en llegar a juntar un pequeño capital e iniciar un pequeño negocito, de lo que fuera, pero muy decente sin sobresaltos, y de compartir con mi flaca o con alguna otra los frutos de mi esfuerzo.
Sabía que estaba por encontrarme con la rápida que patrulla aquella parte de la carretera en el desierto de Arizona, la había encontrado ya muchas veces y casi adivinaba que en esta ocasión me encontraría con el oficial blanco y regordete, de bigote y sombrero vaquero de palma y su compañero de rasgos mexicanos, me había detenido a pensar si esos rancheros sabrían contar las x´s de sus texanas. Comencé a sentir un sudor frío apoderándose de todo mi cuerpo e irremediablemente recordé las palabras de la viejita – Hay que topar-
Mi último viaje no había sido el mejor ni el más afortunado en mi vida de pollero, me habían agarrado apenas subiendo a los pollos a un lado de la línea, me habían quitado el vehículo, me habían hecho las preguntas de rigor, y yo había contado la historia blanca del pollo que se convierte en conductor, afortunadamente me habían dejado ir en el mismo autobús que a los pollos que conducía , no sin antes pasarme a tocar piano bajo el nombre de Antonio Aguilar Infante . Ese día había vuelto a nacer y en Calexico habíamos celebrado en una cantinilla de mala muerte los tres cofrades: La Luna, Gagostiano y un servidor.
Solidarios miembros de la hermandad, unidos por la gloria de Dios y dedicados en cuerpo y alma al glorioso y patriótico trabajo de accesar mexicanos al American Way of Life. La Viejita, nuestra patrona y empresaria, hacía posible nuestro nobles y subsidiarios impulsos, proveyéndonos de los insumos básicos para nuestra labor humanitaria, camionetas y carros del año, rentados o comprados a crédito, y nos ayudaba humildemente, quedándose con la parte más substancial de los ingresos. Situación que nosotros le agradecíamos y aplaudíamos con veneración, porque nuestra hermandad nos aconsejaba no hacernos mala leche con envidias y corruptelas que solo conducen a la destrucción.
Por lo menos eso nos explicó Gagostiano quien por un tiempo había sido masón y era el líder natural del grupo y encargado de guiarnos espiritualmente en este mundo de zozobras y traiciones.
Estaba a la vista la rápida, era un bronco casi nuevo con los escudos de la Border Patrol muy relucientes, me fui acercando sin hacer ningún movimiento brusco, dejando que los dos migras encima de la patrulla me pudieran ver bien, que se percatarán de mi cabello rubio, los ojos de color y el aire desenfadado de cualquier chico sureño que recorre sin prisas el desierto. Nos cruzamos en la carretera y se me quedaron mirando de clavo, yo los seguía por el espejo retrovisor dando me cuenta que no despegaban los ojos de la Explorer, pensé para mis adentros -mal signo güerito.
100 metros más adelante se dieron la vuelta precipitadamente y encendieron la farola.
- ¡Esto ya valió madre, señores!- Les grite a los pollos – Recuerden que no me conocen y que yo no les vengo cobrando ni un centavo. Acuérdense que si alguien me pone dedo es el mismo que me va hacer compañía en el bote, hasta que todo este asunto se aclaré.
Miré por el retrovisor a mis pobres pollitos con la cara demudada y aire de total indefensión, me sentí como un padre que acaba de defraudar a sus hijos, pero de inmediato pensé en mi, - carajo, si el jodido aquí soy yo- a mi es al que van a entambar. Ni siquiera me cruzo por la cabeza huir. Baje la velocidad y me detuve a un lado del camino esperando que llegarán los oficiales.
El bronco se detuvo a unos pocos metros atrás de la Explorer, los dos oficiales se bajaron con desgano, a esa hora en que cae el sol a plomo, nadie quiere pasar ni un minuto bajo su feroz martirio. Se aproximaron uno de cada lado de mi vehículo, escudriñando a través de sus gafas oscuras y los vidrios polarizados de la Explorer, intentando descubrir algo sospechoso al interior del vehículo.
Ninguno de los dos oficiales, me era familiar, por lo menos eso me dio gusto de no encontrarme con el flaco y el gordito, quienes me reconocerían de inmediato y allí si ni Dios me salvaría. Los dos altos delgados, con la cara colorada y la finta irrefutable de texanos.
Los dos oficiales se aproximaron al mismo tiempo y el que venia por el lado del conductor, me indico con la mano que bajara el cristal.
Baje el cristal lentamente y los dos con ojos curiosos se asomaron al fondo del vehículo, sus ojos se abrieron y brillaron de satisfacción al identificar mi cargamento humano hacinado en la parte posterior del vehículo.
¡Bingo!, gritaron casi al unísono, los dos oficiales y casi se felicitaban el uno al otro con la mirada.
-What made you guess he was smuggling aliens? Le dijo uno al otro
(¿Cómo adivinaste que el llevaba ilegales?)
I had a suspicion when I saw him wearing a jacket, I thougth for myself isn´t it enough this damn heat, to be wearing extracloths. (Yo sospeche, cuando lo vi con la chamarra encima, pensé no es suficiente con este condenado calor para usar algo más encima)
El oficial que me pidió que bajara el vidrio se dirigió en tono neutral hacia mi en ingles:
-Please, get off, Sir.
Yo fingí que no entendía nada, y puse mi mejor cara de What?. Los dos oficiales se miraron desconcertados y después esbozaron una sonrisa. El mismo oficial se dirigió de nueva cuenta a mi, en ingles.
Do you speak English? Don´t you understand me fellow? Don´t make me laugh Sir, I can´t believe you don´t speak English.
Yo proseguí con mi cara de no entiendo nada, hasta que el otro oficial se aproximo y comenzó a hablarme en un español mocho.
¿Amigo, no hablas tu ingles? -No señor no hablo ingles -le conteste muy respetuosamente.
Se pararon los dos oficiales a un lado conferenciando respecto de mi, les parecía imposible que con mi aspecto agabachado no mascara yo la tatacha, casi abrían jurado que pretendía burlarme de ellos, que era ciudadano americano y que pretendía pasar por pollo. Pero el escucharme hablar el español perfectamente les desconcertó y prefirieron generar un consenso común.
Después de la conferencia, el que me hablo en español se acerco a mi y me dijo
-Espérame no te muevas de aquí- pensé yo para mis adentros , si ya parece que voy a correr, aquí en el desierto, no sobrevivo ni media hora.
El otro oficial se dirigió al bronco y desde allí comenzó a hablar por radio, en tanto que el oficial que hablaba español se dirigió a la gente y les comenzó a decir que eran la policía fronteriza, que no se desesperaran que en unos minutos vendrían otros oficiales a recogerlos, para llevarlos a migración.
Después se acerco a mi, y me comenzó a decir mis derechos mitad en ingles y mitad en español, acto seguido me hizo las preguntas de rigor, de donde venia, a donde iba, cuanto les iba cobrando, que si sabía que estaba cometiendo un delito y todo eso. Yo le conteste a todo con la historia del cándido pollito, que no tiene dinero que quiere pasar al otro lado y trabajar para juntar unos ahorritos. Que en la frontera me había encontrado un señor que me había dicho que el me podía ayudar a cruzar, que si sabía manejar, y que yo había aceptado, que me habían hecho caminar un tramo por el cerro junto con otra gente y que después me habían metido en una casa de donde me había traído por la mañana para manejar esta camioneta, que me había dado las instrucciones de viajar por esas carreteras, y que más adelante me estaban esperando para recoger la gente. Me preguntaron santo y seña de todo, y como en la canción de todo les di razón, procurando relacionarlo todo con detalles ciertos para después no equivocarme.
Cuando me preguntaron mi nombre, pensé en darles otro más, pero me detuve a tiempo, reflexionando que en el otro atorón me había sacado huellas al nombre de Antonio Aguilar Infante, y que si hoy me volvía a tocar la mala suerte, nomás me la iba a complicar como un amigo mío, que por ese detalle s paso unos meses de más en el frescobote. Así que les dije, Pedro Infante Aguilar con toda la seguridad y franqueza de que pude hacer gala.
Así que el oficial se fue a radiar mi nombre y a solicitar información sobre mi persona, en tanto que el que no hablaba ingles, se quedo cerca de mi, nomás mirándome desconfiado y con ganas de platicarme algo en ingles. Para ese entonces ya me había amarrado con el pedazo ese de plástico que le estrangula a uno las muñecas, y prefería no moverme mucho, para no lastimarme y nomás fingía demencia.
Afortunadamente no se les ocurrió interrogar mucho a la gente, y si lo hicieron no sacaron mucho provecho, por que la gente no contestaba, nomás se quedaban callados y con cara de asustados. Y pensaba yo para mi, eso esta muy bueno.
Después de un rato regreso el oficial que hablaba español, y se dirigió al otro en ingles.
We got him, he was caught last week in the border with nine aliens in the back of a blue Aerostar, I don´t believe his story, do you? ( Lo tenemos, el fue detenido la semana pasada con nueve ilegales en la frontera, Yo no creo su historia. ¿tu si?
Me neither, pal. Let´s go interrogate him about it. ( Yo tampoco vamos a interrogarlo)
Se acercaron los dos, y entonces si que comencé a sudar, ya sabían que me habían agarrado en la otra Explorer.
El que hablaba español, me dice: “ ¿Así pues, que vienes de Jalisco y quieres ir a California? Si señor- le conteste yo.
“Cuantas veces has intentado pasar junto con esta?” Dos señor, la primera me agarraron en la frontera en otra camioneta como esta y me echaron para fuera junto con la gente. Le contesté y el día de hoy.
El oficial que habla español le traduce al otro todo lo que hemos platicado, y después de platicar un rato, se acerca a mi el que no habla ingles y me dice:
“Hey amigoo, you are a lucky guy, you´ll be a free man again” y sin más se retira a su camioneta.
Poco después llegan mas oficiales, cargan con todos los pollitos y me suben junto con ellos en una perrera. Y de allí directo y sin escalas hasta la frontera de Mexicalí.
A media noche era yo un mexicano más en la frontera, había topado nuevamente y perdido, más valía no volver a tentar a la suerte, así que decidí contar mis perdidas y mis ganancias y regresarme por un rato a mi querido rancho.
A pesar de todo me sentía el hombre más feliz sobre la tierra, me sentía afortunado, al final de algo me habían servido tantos años de maldito ingles.